Nuestra memoria

Memorias del Sur se creó para homenajear a ocho amigos y hermanos, miembros del AIA (Ateneo Israelita Argentino de Lomas de Zamora), detenidos-desaparecidos o asesinados, víctimas del Terrorismo de Estado en Argentina. Este objetivo se cumplió con la realización de un acto-homenaje el 3 de octubre de 2004, y hoy Memorias del Sur trasciende nuestro objetivo inicial con la difusión de nuestra historia, sumándose a otras organizaciones de derechos humanos en busca de memoria, verdad y justicia. Por ellos y por los 30.000 detenidos-desaparecidos o asesinados, víctimas del Terrorismo de Estado en nuestro país.

Ellos son:

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Este conmovedor poema de Norberto Mugrabi incluye una metáfora sobre «mis gloriosos hermanos»; se refiere a la novela homónima de Howard Fast que leímos en la adolescencia, y que muchos de nosotros llevamos en el corazón. Guyo la tenía por una obra maestra, y muchas veces regaló el libro a sus amigos.

Reproducimos a continuación la introducción del libro, para facilitar la comprensión del poema y porque, además, tiene un valor intrínseco:

«El que resiste a los tiranos obedece a Dios», decía el estandarte de los Macabeos, y encabezando primero un grupo de agricultores de su aldea y luego al ejército judío que formaron, llevaron a cabo la más gloriosa de las guerras contra el conquistador extranjero de su patria. Guerra de bravura y de sacrificios, de liberación e independencia, fue el primero de los movimientos de oposición a la dominación y al sometimiento que registra la historia de la humanidad.
Integrado por hombres que vivían cultivando la tierra y sirviendo a Dios, bregando por la paz y la vida «que reposa en tres principios: la Ley, la verdad y el amor», aquel minúsculo pueblo, el único que no tenia ejércitos mercenarios, tuvo que organizarse en grupos de resistencia para enfrentar monstruosas fuerzas de centenares de miles de soldados profesionales. Los judíos transformaron su país en una trampa mortal para los invasores, descargaron lluvias de flechas desde todos los cerros, todos los riscos y todos los árboles, pelearon en los desfiladeros y las quebradas con lanzas y cuchillos, en sangrientos encuentros cuerpo a cuerpo, y después de treinta años de incesantes batallas aprendieron, y enseñaron al enemigo a su costa, que «es imposible arrancar a un pueblo montañés de la tierra donde nació». – Howard Fast